Una Exposición Dirigida y Diseñada por Santiago Carralero Benitez, para Iniciativa YURTA

An Exhibiton designed and managed by Santiago Carralero Benitez for Iniciativa YURTA

TIERRA DE FUEGO Y PATAGONIA

Siguiendo este recorrido de norte a sur, llegamos a Chiloé, en la parte central de Chile. Se trata de una isla ahora habitada por chilenos, pero que antes de la colonización tan sólo era frecuentada por la etnia chono, de las tres que forman el complejo de pueblos canoeros de América austral, el único que ha sucumbido totalmente. Tan sólo podemos visitar ya los restos de su cultura en museos y en las cavernas del archipiélago de las Guaitecas, dónde reposan sus esqueletos.
Tierra adentro, el paisaje se vuelve árido y de horizontes planos e infinitos. Es la Patagonia, hábitat natural de guanacos (camélidos) y nándués, el alimento tradicional de los tehuelches, sus primeros pobladores. Primero a pie y luego con la ayuda de los caballos escapados o robados a los españoles, los tehuelches llegaron a ocupar un gran territorio, pero en la actualidad apenas quedan algunos en ciertas reservas. Ana Prane, en Esquel, dentro de la organización 11 de Octubre, tehuelche sin mezcla con mapuches, lleva años reclamando parcelas otorgadas legalmente a su familia y luego usurpadas por el gobierno argentino, a manos de los militares. El problema de la compra de grandes parcelas por grandes compañías en Patagonia supone para los habitantes originarios la agonía final después de siglos de ver usurpados sus derechos consuetudinarios por parte de los estancieros.
Como representantes de aquellos tehuelches pedestres quedaron aislados los Selk´nam u onas en la Isla Grande de Tierra de Fuego, imposibilitados por el mar de contar con la ayuda de los caballos españoles. Allí siguieron centrando su economía en la caza y la pesca. Vestían pieles y andaban descalzos y, por fortuna, dado lo remoto de sus tierras ancestrales, hoy en día contamos con el testimonio de varios onas que han conseguido vivir hasta el presente para poder relatar la cultura de su pueblo. En el momento presente, los supervivientes, muchos de ellos mestizados con los mapuches buscan recuperar sus derechos agrupándose en asociaciones que tienen en Río Grande su sede.
Los chonos, los alacalufes o kaweshkar y los yaganes o yámanas son las tres etnias de canoeros nómadas que pululaban por el dédalo de islas que formaban la costa suroccidental de Chile y los canales del extremo meridional de Sudamérica.
Sólo sobrevivien representantes de las dos últimas culturas. Los kaweshkar han conservado como último reducto de su hábitat original la localidad de Puerto Edén, ahora convertida en base militar y parada turística en los cruceros que recorren esa región chilena. Otros descendiente de este linaje ancestral malviven en Punta Arenas. Alberto Achacaz, uno de los últimos kaweshkar que conoció la vida nómada y libre de cazadores de focas, ahora vive en una chabola a las afueras de Punta Arenas y, aparte de una pequeña pensión gubernamental, dedica su tiempo a elaborar cestillos de juncos y barquillas de corteza de árbol para vender después a los turistas recuerdos de sus propios recuerdos.
Los yaganes de Isla Navarino, la mayoría se concentra en Villa Ukika, un pequeño poblado a dos kilómetros de Puerto Williams, la población más meridional del mundo, que empezó siendo también una base militar. Allí sólo dos mujeres, las hermanas Calderón conservan la lengua autóctona, además de liderar las reivindicaciones de los yaganes y las iniciativas culturales. Pero no todos los miembros de la comunidad se benefician de estos proyectos y muchos caen en el alcoholismo.
El ocaso del nomadismo en la América Austral nos permite formarnos una idea de los procesos de aculturación que han sufrido otros pueblos originarios en otros lugares de nuestro planeta (América del Norte, África, Australia y Asia). Por efecto de la colonización o la invasión de la civilización europea, como quiera llamarse, miles de individuos que atesoraban una sabiduría inmensa, heredada de padres a hijos durante generaciones, han sucumbido por la enorme presión y los deseos de rentabilidad y especulación que trajeron consigo los nuevos dueños de la tierra y el mar.
Ya que no fuimos capaces de permitir su supervivencia y de reconocer su derecho a la explotación (no especulativa sino ecológica), así como a la propiedad de sus legítimos herederos, al menos hagamos un necesario, imprescindible ejercicio de memoria histórica. Urge sacar a la luz la vida de estas menos conocidas víctimas de lo que nosotros damos en llamar "civilización".

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Santiago Carralero Benítez, presidente de Iniciativa YURTA

Santiago Carralero Benítez, presidente de Iniciativa YURTA
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